lunes, 16 de febrero de 2009


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77 puertas



Al enfrentarnos a una puerta, prestos a entrar en un espacio privado, en un domicilio, supone necesariamente valorar un gesto de alta convención cultural. Nos adentramos en un microespacio territorial desconocido y protegido por la propia extensión de la casa como metáfora del cuerpo y de la sociedad.

Las puertas de las viviendas mantienen, por lo general, una abertura para establecer contacto visual con quien quiera franquearla. Es una mirilla que sirve de salvoconducto para acceder a un “santuario territorial” donde el hombre comparte la intimidad y donde los demás pasan a formar parte de su intimidad.

Toda puerta interpuesta, con independencia de cada cultura e idioma, mantiene siempre una misma finalidad: la de servir de barrera y obstáculo contra el desconocido para preservarse y protegerse de amenazas, de nuestros miedos y temores.


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